Aunque en ocasiones no nos damos cuenta, a lo largo de nuestra vida pasamos por numerosas situaciones de crisis de las cuales salimos más o menos airosos. Algunos acontecimientos pasan sin dejar apenas huella, mientras que otros tienen un impacto emocional imborrable.
Sin embargo, la crisis puede ser entendida como una oportunidad.
“El enunciado ‘crisis como oportunidad’, contiene en sí mismo la aparente ‘solución’ al aparente ‘problema’. ¿Quién no se ha visto inmerso/a alguna vez en una situación que no deseaba? ¿Quién no ha vivido una pérdida (de un familiar o un ser querido, de una pareja, de un trabajo, de un rol…) como algo traumático o doloroso? ¿A quién de nosotros la salud no le ha dado algún contratiempo (en el mejor de los casos) o le ha obligado a tener que pasar por un proceso médico?
Ante estas preguntas, debemos de tomar un segundo, respirar y dejar que vengan escenas a nuestra mente. Sin duda, la mayoría de nosotros nos podemos reconocer en alguna de las situaciones descritas anteriormente.
¿Cómo afrontar una crisis?
Como condición inherente a nuestra humanidad y a los propios avatares de la vida, muy a menudo nos toca vivir cambios o circunstancias no deseadas, difíciles o traumáticas, que chocan con nuestro sistema de valores y creencias, y que ponen en jaque nuestra manera de manejarnos hasta ese momento. Lo cierto es que, con mayor o menor consciencia, las crisis están sucediéndonos con frecuencia.
Algunas son casi imperceptibles o no suponen un gran cambio. Otras, sin embargo, pueden llegar a nuestra vida produciéndonos un colapso emocional.
Ese primer embiste de lo no esperado, de lo difícil o doloroso, puede ser vivido con resistencia, negándonos a querer verlo o dejarlo entrar en nuestra vida. Lo cierto es que generalmente en ese momento el dolor suele estar ya dentro de nuestra ‘casa’ (véase como metáfora de “casa” nuestro corazón, nuestra mente y nuestras acciones).
Crisis: un proceso de cambio
No obstante, todo lo que nos obliga a encarar circunstancias difíciles y a dejar atrás momentos importantes, también nos ayuda a reinventarnos y redefinirnos. “Y esto si está en nuestras manos. La actitud es importante, aunque suene a tópico. ¿Qué puedo hacer yo con lo que tengo delante? Sin duda hay un tiempo para dejarse sacudir, para temblar, para dolerse…Y también hay un tiempo para serenarse, para dejar a la vida que siga sus cauces y entregarnos a sus misterios”.
Este proceso no es sencillo y pone en juego toda nuestra persona, pero también nos permite evolucionar y crecer, asentarnos, ganar sabiduría y coraje. En definitiva, ganarnos a nosotros mismos.
Debemos dejarnos ‘empapar’ por todo aquello que nos traiga la vida y, especialmente, por lo que a priori no deseamos, ya que esa será la fuente de nuestro crecimiento interior. ¿Te animas?
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